Magallanes es un hombre sencillo que conduce un taxi para ganarse la vida, también sirve de chofer para quien fuera su Coronel en la lucha armada que azotó a Perú décadas atrás. Sus trayectos –que ofrecen un panorama de los suburbios de Lima– transcurren en la normalidad hasta que un día se encuentra en el retrovisor de su auto a Celina, la chica a la que condujo a la fuerza a su campamento militar para convertirse en esclava sexual del Coronel.
El peruano Salvador del Solar se estrena como guionista y director con Magallanes (2015), la cual se suma a la programación de la 61 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional y podrá apreciarse del 13 al 18 de noviembre en la Sala 2, Salvador Toscano. El también actor busca mostrar los efectos que dejó la ola de violencia provocada por el conflicto armado entre Sendero Luminoso y el Estado en una generación que poca oportunidad ha tenido de ser escuchada.
El cineasta trabaja esta historia no desde un punto de vista maniqueísta, señalando a los “malos” y haciendo que el espectador simpatice con las víctimas, sino que presenta este violento periodo como una herida abierta –oculta pero finalmente abierta– en donde los protagonistas dialogan a la vez con sus culpas y sus dolores del pasado. “Era parte de mi intención que las cosas mantuvieran la ambigüedad que encontramos en la vida, en lugar de irnos a un blanco y negro”, expresó el realizador para Ibermedia.
Con Damián Alcázar como protagonista, factor que muchos críticos han señalado como un punto favorable para la cinta, Magallanes pudo proyectarse en pantalla grande después de nueve años de trabajo. Salvador del Solar decidió emprender su carrera al otro lado de la cámara realizando el guión de una adaptación de una novela de Alonso Cueto, escritor peruano. A partir de ese momento se decidió a dirigir su ópera prima.
El realizador explora en su cinta a la colectividad; a pesar de tener un claro protagonista éste parece englobar a una misma generación que nació, creció y temió bajó el mismo techo de violencia. No es una película que hable de la guerra en sí, sino de los estragos y de la huella que ésta deja mucho tiempo después. Con monólogos en quechua que el director prefirió no subtitular, Magallanes es la voz de una sociedad que le grita a su país, a esa historia “oficial” que ignora las consecuencias de sus actos, todo lo que nunca se dijo.