Más que una novela, Rayuela es una casa a donde todos podemos volver de vez en cuando, una casa generosa, con muchas habitaciones, con muchos ambientes… una casa con amigos, con mate, con muchas ventanas en las que jamás podremos sentirnos solos: Leonardo Nierman
“¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua”.
Con estas imágenes Julio Cortázar introdujo hace 50 años a toda una generación en el universo de París, de Buenos Aires, de México, y en las andanzas de personajes que continúan tan vigentes como en aquel año de 1963, cuando un 28 de junio fue puesta en los escaparates de las librerías de Argentina y España la primera edición de Rayuela, libro al que Carlos Fuentes nombrara: “uno de los más grandes collages literarios de todos los tiempos”.
Considerada también por muchos escritores del boom como una obra que sirvió de puente para unir a Latinoamérica, en las páginas de Rayuela se menciona también a México y describe en uno de sus capítulos la famosa Plaza de Santo Domingo en el Centro, aspecto que para Carlos Fuentes no resultaba extraño.
“Rayuela es una obra tan insólita como lo es México mismo —afirmaba Fuentes— pero Cortázar fue más allá, y tejió una gran manta donde caben todos nuestros países de habla hispana, por eso cada vez que alguien se enamora de la Maga, cuando alguien sigue las andanzas de Oliveira o se estremece con la muerte de Rocamadour, son los arquetipos de América Latina los que ests﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ se organizan en Par se desarrollan los encuentros de Oliveira y la Maga que desde ds de Rayuela, incluyendo el recorrán hablando.”








